Pintura de Howard Behrens

Pintura de Howard Behrens

martes, 9 de agosto de 2011

EL REALISMO DE HOGARTH Y REYNOLDS



                                        



Hasta William Hogarth (1697-1764) no hallamos a un gran artista auténticamente inglés que marque una impronta característica en la pintura de aquella nación.

En efecto, Hogarth, con su estilo franco y su visión realista, se desligó por completo de la tradición hasta entonces dominante en el retrato, y abrió, además, nuevas posibilidades a la pintura de género sobre sus asuntos satírico-morales, basados en la anécdota, y que antes de él no existía, por lo menos en una forma artística de alta calidad.Fue un temperamento combativo y desbordante. Sus primeras obras datan de alrededor de 1730, y poco posteriores son sus series tituladas The Harlot's Progress o ("Carrera de una prostituta", 1732), The Rake's Progress ("Carrera de un Perdido", 1735), que establecen su punto de vista respecto al papel moralizador que, en su sentir, quedaba reservado a la pintura.

                                                         

                                   Hogarth, La Ópera de Beggars Material: Óleo sobre lienzo.
                                     Medidas: 56 x 72.5 cm. Museo: Tate    Gallery. Londres


A aquellas dos series añadió más tarde, en 1745, otra, la titulada Matrimonio a la moda, crítica acerca de las costumbres de despilfarro que se habían difundido en los jóvenes matrimonios de la clase pudiente.

Sus cuadros presentan al espectador escenas reales, evocadas con tal vigor, que su efecto es inmediato, según era el propósito del autor. En cierto modo, la pintura de Hogarth es comparable al estilo directo de la prosa satírica de Sterne. Además de tales lienzos, ejecutó Hogarth importantes retratos y estudios. Su obra más emotiva y vibrante pertenece a esta clase y tiene todo el frescor de un afortunado esbozo. Se trata de la Vendedora de camarones (Galería Nacional, Londres).

Hogarth, con su energía un poco brutal, dio, pues, el ímpetu decisivo a la nueva escuela inglesa del siglo XVIII. Era un hombre batallador que arremetió en
sus escritos contra "las pinturas negras, oscuras", contra los "Cristos muertos, Sagradas Familias, Vírgenes y otras desgracias que los anticuarios nos prodigan, a nosotros, los pobres ingleses, apoyándose en los grandes nombres de los maestros italianos".

                                                                    
Aunque no cabe mayor contraste entre dos hombres y sus obras, que el que existe entre la personalidad de Hogarth y la de Reynolds, éste fue, pues en cierto modo, el heredero del prestigio de William Hogarth como autor de retratos. Joshua Reynolds (1723-1792), nacido en Plympton, cerca de Plymouth, hijo de un maestro de escuela, logró dotar a la pintura de su patria de un modo de expresión completamente inglés, aunque basado en la experiencia acumulada durante siglos en las más brillantes escuelas.

Extrajo mucho más provechosas lecciones del arte de Hogarth que del propio profesor con quien se había formado, un oscuro pintor, Thomas Hudson, y protegido por varios amigos ricos, embarcó para Italia, donde permaneció tres años. Así, pudo conocer bien al Tiziano, a Rafael, a los maestros de la escuela de Bolonia, y además a Miguel Ángel, que fue su ídolo. Al final de su vida, colmado de honores, cuando tuvo que despedirse de la presidencia de la Royal Academy, quiso que el último nombre que pronunciara en aquella institución fundada a instigación suya (y que tan largamente había presidido), fuese el del gran genio toscano.

Pero la vida que hubo de llevar Reynolds fue muy opuesta a la de Miguel Ángel. A su regreso a Londres, pronto se puso de moda como retratista entre los miembros de la nobleza, y fue, asimismo, artista solicitado por la corte. Ennoblecido en 1769, sir Joshua -como se le llamó desde entonces familiarmente, en Londres- vivía lujosamente en su casa de Leicester Square, con criados de librea galoneada de plata, y paseaba en una carroza dorada que le servía de reclamo.

                                                                      


                                            Reynolds Nelly O'Brien Material: Óleo sobre lienzo.
                                    Medidas: 126 x 110 cm. Museo: Colección Wallace. Londres


Era un hombre sociable. En su casa se reunían los más finos ingenios de la capital, como el doctor Johnson, el actor Garrick, las actrices Nelly O'Brien -de quien realizó un magistral retrato, que está ahora en la Colección Wallace, de Londres-, Mrs. Siddons, Mrs. Robinson, la pintora neoclásica Angélica Kauffmann.  Trabajó incansablemente, hasta que habiendo perdido la visión de un ojo, en sus últimos años tuvo que abandonar los pinceles.Cuando se le eligió para la presidencia de la Royal Academy demostró poseer un temperamento apacible y ecuánime. Su carácter fue típicamente inglés. Murió soltero, y se le enterró en la catedral de San
Pablo, junto a la tumba donde reposan los restos de Wren, el arquitecto del templo.

Además de ser un gran pintor, Reynolds es interesante como tratadista. Sus discursos (en número de quince), por él pronunciados anualmente en ocasión de las inauguraciones de curso de la Academia, están llenos de consejos apreciables, fruto de su mucha experiencia y de sus meditaciones. También, pues, en este sentido es justo tenerle por fundador de toda una escuela pictórica.Predicó, sobre todo, el culto de la elevación en arte, aunque sus obras de pintor, a excepción de algunos retratos idealizados (como el de la actriz Mrs.

Los fondos de sus retratos son grandes cortinajes, o retazos de un entrevisto paisaje idílico; a veces, tales jóvenes damas acarician un caballo o apoyan su cuerpo en un pedestal de mármol antiguo, o aparecen junto a una fuente. Así pues, Sir Joshua no era un farsante, que predicase a sus alumnos de la Academia el gran estilo y se conformase, él mismo, pintando retratos absolutamente veristas. No; el buen Reynolds hubo de realizar, sin duda, en tales obras, más de un verdadero milagro; porque hay que recordar cómo solía ser el espíritu de las beldades inglesas del siglo XVIII y comienzos del XIX, muy terre á terre. Las cartas de Byron, por ejemplo, nos informan respecto a cuan descorazonadora era su perversión estética, y bien poco "heroico femenino" debía de circular a la sazón por los salones de la gran sociedad de Londres, para poder alimentar el gran estilo que Reynolds propugnaba.

Maribel Alonso Perez
04 julio 2011

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